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miércoles, 15 de noviembre de 2006

LUCES DE NEW YORK

Ciudad despierta, adherida al tiempo insomne, al tiempo indetenible, al tiempo que nada deja a los hombres y mujeres estériles
Santa ciudad de ovarios retorcidos y penes hambrientos de curiosidad. Ciudad de estandartes caídos en mitad de la conciencia. Miro todo ese espacio conquistado y pienso (todavía pienso) en aquellos que te bendijeron sin cruces de oro en los caminos empolvados, entre el bosque enorme por el que paseaban en busca del venado, ante la mirada del gavilán;
los que llevaban tu nombre en otra lengua, en otros albores
de amor y sacrificio los que remaban sus canoas Hudson abajo en busca de sus bisontes y enigmas celestiales, o por el East River
junto a las llamas y el humo de las llamas, junto a la noche y lo oscuro de la noche, junto a la hembra y el sexo de la hembra, junto a los gritos de alegría en sus bailes bajo la noche estrellada o la luna embarazada por el trópico; junto a los gritos de guerra y sus lanzas de guerra, dando su vida sencilla por sus territorios amenazados, conculcados, destruidos por los "caras pálidas" que llegaban desde otras latitudes para pisotearlos, masacrarlos, violarles las mujeres y al final confinarlos en zonas marginadas como simples curiosidades de la historia.

Oh santa ciudad, desde aquí miro, en medio de la densa bruma, tus infinitos rascacielos esa selva de acero, cristales y concreto que te ciñe los costados y se clava en las nubes como se clava en mi corazón los pasos de los pordioseros por tus calles...

Miro desde esta altura mínima y observo tus luminarias comerciales, tus luminarias vendibles y execrables, tus luminarias exentas de solidaridad y pienso, (todavía pienso) en aquellos que te hicieron nacer de sus entrañas mas sanas y felices, los que te hicieron sin esa mascarada que ahora te ilumina el rostro de abuela innecesaria.

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