Otro amigo de los "años duros" que se nos va. Osvaldo Navarro, nacido en Santo Domingo, Las Villas, Cuba, el 18 de agosto de 1946. Muchas veces coincidimos en Camaguey y otras tantas en el patio de la UNEAC, en La Habana, para leernos en común lo último escrito. Murió en México el jueves 7 de febrero a la edad de 61 años debido a un infarto masivo o fulminante.
Dejé de verlo y contactar con él poco antes de conocer su partida de Cuba hacia el extranjero.
Su estancia en Miami fue breve y partió hacia méxico.
Fue integrante en su juventud de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, también docente y periodista, ámbito este último en el que colaboró en La Jornada.
Avecindado en México desde 1987, Navarro adquirió con posterioridad la nacionalidad mexicana.
Navarro es ubicado entre los autores más importantes de su generación, la cual comenzó a despuntar a finales de los años 60.
Entre sus obras se encuentran los libros de poesía De regreso a la tierra (1974), Los días y los hombres (1975), Espejo de conciencia (1980), Las manos en el fuego (1981), Nosotros dos (1984), Combustión interna (antología, 1985), Clarividencia (1989), Xabaneras (1996) y Catarsis (1999). Además, la novela testimonio El Caballo de Mayaguara (1984), con la cual obtuvo en Cuba el Premio Nacional de la Crítica, e Hijos de Saturno (2002).
http://www.antorcha.net/index/hemeroteca/agustin/15_M.pdf
http://www.bitacoracubana.com/emilio/Dospalabras.htm
POEMAS DE OSVALDO.
CANCION A PROPOSITO
Esta idea es noble,
es fácil de palpar en los rostros de quienes la levantan
Pero en las tribunas yo he visto rostros secos;
los he visto en las colas, entre la muchedumbre,
con esa facilidad que tienen para escupir las palabras.
(Todavía está el poeta alertando:
"Cuídate España de tu propia España")
Y no es que sean muchos, pero están todavía
en los campos, en las colas, en los féretros,
buscando una tribuna donde amontonar toda la indumentaria
con que pretenden hacer de sus cuerpos
estatuas, monumentos.
LA HORA DE LAS LECHUZAS
Te ha despertado pronto
sin cigarro y sin hora.
Levantas el fusil
y sales a la noche
como un animal encandilado.
Bombardeada de estrellas
y bengalas
-unas que van erectas
hasta la misma cúpula del cielo
y otras que de cabeza
se lanzan en un pozo-
la noche queda rota
por luces que se cruzan
chorreándose en su propia desbandada.
Es la hora en que irrumpen las lechuzas
y en su vuelo cortante
pasan ripiando el viento con las alas
Cerca de tí, tus compañeros duermen.
Te palpas responsable
y te limpias los ojos con los dedos
Seguro de ser tú ese aue ahora descubres,
abres los ojos claros, ensendidos de sueño,
para mirar el agua
donde unos barcos tejen
su bullicio de sombras.
Contra la noche inmovil
tu pequeña estatura proyecta en otra parte
su sombra que se alarga;
el corazón cuenta las horas.
LA BOFETADA
La primera bofetada
no me la dio mi madre
ni el mundo ni la gente
ni la vida.
Fue un regalo de reyes
que hallé bajo mi cama.
La tomé sigiloso
-sin despertar a nadie-
y me la dí en el rostro.
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