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viernes, 24 de septiembre de 2010

AQUEL FENÓMENO LITERARIO LLAMADO JOSE ÁNGEL BUESA.

(EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO). (PARTE II)

ERNESTO R. DEL VALLE

Ah, que me sobreviva un poema,

o siquiera una estrofa,

o un verso solamente,

Señor, un solo verso...

J.A. Buesa.

Hoy quiero mostrarle la faceta desconocida de José Ángel, Buesa. En el artículo anterior, hemos leído los poemas de factura amorosa, por medio de la cual este autor cubano nacido en Cruces, Cienfuegos el 2 de Setiembre de 1910 conquistó gran parte de su triunfo y fama. Pero este autor, no es reconocido por otros poemas en los que pone en evidencia sus inquietudes humanas y solidarias. La maquinaria mercantil que promovió su obra, dejó a un lado estos poemas del autor y enfatizó los de perfil romanticoide, de fácil y repetitiva hechura, no obstante, estos poemas a los que hago alusión, llevan en esencia ese porte que todo poeta necesita exponer, que necesita mostrar por su propio temperamento.

Lean esta muestra:

A UNA LÁGRIMA

Gota del mar donde en naufragio lento

se hunde el navío negro de una pena;

gota que, rebosando, nubla y llena

los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento

de saber que si llega a un alma ajena,

ésta, sin escucharlo, le condena

por vergonzoso heraldo del tormento.

Piedad para esa gota, que es cual llama

de la que el corazón se desahoga

cual desahoga espinas una rama.

Piedad para la lágrima que azoga

el dolor, pues si así no se derrama,

el alma, en esa lágrima se ahoga.

Este soneto habla de la esencia interior del hombre, ese enfrentamiento con la lágrima que surge ante la pena, el dolor y,por el que pide…

Piedad para esa gota, que es cual llama

de la que el corazón se desahoga…

En su texto titulado ÓRBITA, veremos ese silencio que envuelve al hombre común, de forma diferente. Es un silenciohumanizado, puede decirse. De rodillas, Un poema en verdad, donde desborda el sentimiento humano

ÓRBITA

Allí estaba el Silencio, de rodillas
en un rincón de la luz. ¿Oraba? Un gesto
le floreció las manos transparentes.
en sus ojos —dos círculos de ausencia—,
se irisaba un perfume. Y en sus labios
inmóviles —dos pétalos de sombra—,
se ensortijaba un eco de rocío...

Allí estaba el Silencio. Sus cabellos

—luz crespa, sol de fibras, fronda de oro—,
le iluminaba el perfil exangüe.
Allí estaba el Silencio. Allí, sin sombra
en la luz. fue un instante.
Y ascendía
su mirada —una ráfaga de aroma.
Allí estaba el Silencio. Fue un instante...

¿No es realmente aquí, donde está el poeta? Sin menguar el aparatoso andamiaje construido a partir de sus poemas de amor y por el cual fue reconocido como “el poeta enamorado”, sin deslindar la belleza de muchos de sus poemas de amor en los que fraguó su existencia autoral. Pero, veamos este fragmento y relámense el alma con su lectura.

…Y en sus labios

inmóviles —dos pétalos de sombra—,

se ensortijaba un eco de rocío...

Es innegable la capacidad de Buesa, en trascender con su palabra esa necesidad de expresarse para su público, quizás estos poemas, no tan notoriamente promocionados como Poema del renunciamiento, o quizás Poema nocturno, Carta a usted,Poema de la culpa o Tu collar de perlas… como tantos y tantos otros que fueron aprendidos de memoria por los lectores de su época, tienen en esencia la belleza del desprendimiento humano y las inquietudes del hombre común.

En los siguientes y últimos textos, Buesa nos muestra la ilusión humana de contactar con las estrellas. Aquí se le ve, -en El arquero- como en todos sus poemas, cierta frustración, cierta tristeza por no alcanzar un sueño, cualquiera, no importa.

EL ARQUERO

I

Arquero de la noche, con un gesto arrogante,

alcé el arco en la sombra y apunté a las estrellas.

Arquero de la noche, mi pulso estaba firme,

y en mi carcaj había solamente una flecha.

II

Y vigorosamente lancé mi flecha al viento,

y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa.

Lancé mi única flecha —la flecha de mi ensueño—

y me crucé de brazos bajo la noche negra.

III

El arco envejecido se me pudre en las manos,

pero yo sigo —arquero de la noche— en mi espera.

Lancé mí única flecha, y se perdió en la sombra.

Y nunca he de saber si llegó a las estrellas.

Y en Árbol viejo, su vejez fue una agonía como la de un tronco de árbol, ya sin ramas, sin frutos y sin nidos pero su obra está ahí, para alentarnos a amar, a sufrir y quizás a acariciar sueños inconquistables.

EL ÁRBOL VIEJO

Buen árbol que perdiste bruscamente los dones

de la flor y del fruto, bajo la racha fría:

tu pesadumbre austera se parece a la mía,

y así, como tus hojas, volarán mis canciones.

Pero, tarde o temprano, vendrá la primavera,

tendrás la flor y el fruto, y el follaje, y el nido...

Y yo, en cambio, no tengo tu esperanza siquiera.

Cien veces me ofreciste tu sombra en el verano;

cien veces tu perfume fue a visitar mi casa,

buen árbol que floreces mientras la vida pasa,

acaso porque ignoras que nunca pasa en vano.

Mi niñez te recuerda casi como un amigo,

aunque ya se agrietaba tu ancianidad de abuelo.

Y hoy, al ver cómo creces todavía hacia el cielo,

ni aun me queda el consuelo de envejecer contigo.

Pues, aunque nos agobian idénticos otoños,

sobre tus hojas secas crecen hojas lozanas,

y así, algún día, el viento despeinará mis canas,

trayéndome el perfume de tus nuevos retoños...

Cuando leamos a José Ángel Buesa, tengamos presente, primero: fue un artífice del verso, que supo amoldar su obra a una clase de lectores los cuales, gracias a él conocieron la poesía de Bequer, de Neruda, de Cesar Vallejo. Lectores que aprendieron de memoria sus poemas para decirlos a sus enamoradas de turno. Segundo: que Buesa fue un “franco tirador” literario, hizo de su obra una empresa y de su empresa el Monopolio del Amor.

FIN

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