TIEMPO, TIEMPO. CIUDAD, CIUDAD Adiós, tiempo horizontal de besos posibles.
Adiós pulmón de mi ciudad abierta
al fuego de la mirada de mi cuerpo,
a las estaciones de tus equinoccios nobles
guarnecidos por la nostalgia.
Me voy a deshacer el Nudo Gordiano
y abjurar de las absoluciones del amianto.
No soy el Rey Desnudo,
ni soy la voluta que asciende
por la pared del viento
a enclaustrarse en la mágica fertilidad
de tus leyendas.
No soy la lluvia soberbia
que purifica el vuelo de las palomas
en estampida hacia tus aleros.
Soy quien te cantó en las madrugadas despiertas de mis palabras.
Soy quien dobló tus campanas sobre las torres insomnes.
Soy quien cayó cual goterón loco desde tus techos coloniales
Te dejo en una suerte que lanzó los dados al revés,
Adiós. Hasta aquí llegamos.
Salúdame a la aurora, a su semilla telúrica y civil.
Mis sueños nada tienen que hacer ya
con los espejos donde se repite desnuda
la inocencia.
Este poema lo escribí sentado en un banco del Casino Campestre, a las diez de la mañana, bajo un agreste y sombrío roble, el 25 de Julio del 2000.
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